A los pies de la sierra de Cantabria...

San Vicente de la Sonsierra

Historia, manual del usuario

Antes de leer los textos que os vamos a presentar, hay algunos aspectos que debéis tener en cuenta, algo así como unas instrucciones o manual del usuario para entender cómo y hasta qué punto conocemos nuestro pasado.

Lo primero que hay que saber es que para “hacer” historia existen dos grandes herramientas: a través de los textos escritos, y a través de los restos arqueológicos. Estas dos vías son complementarias la una de la otra y si sólo hacemos caso a una de las dos lo más probable es que acabemos teniendo una visión totalmente equivocada de lo que pudo ocurrir en el pasado.

¿Por qué no puedo fiarme sólo de los textos? Porque los textos los escriben personas y, como nos pasa a todos, esas personas tienen sus intereses, su punto de vista, sus limitaciones de conocimiento, su forma de expresarse… Suele decirse que la historia la escriben los vencedores, lo que ya nos deja suponer que si el que venció fue un traidor o jugó sucio, no nos lo va a explicar tal cual sucedió, sino que nos contará lo que pasó adornándolo, omitiendo detalles, exagerando sucesos, o visto desde la luz que más le convenga. También hay casos en los que se escribe la historia de los perdedores, pero nos ocurre lo mismo que con los vencedores, tienen interés en que su versión sea la que se difunda, en que los malos parezcan aún más malos, en dar relieve a lo injusto del trato recibido... Por esto es muy importante conocer quién escribe un texto, cuándo y por qué.

Por otro lado, pocas veces se conservan los textos originales, sino que leemos copias, o citas de otros documentos de los que no tenemos el original, o textos que recogen lo que se contaba sobre algo que había sucedido tiempo atrás… Y con esto pasa como en ese juego infantil del teléfono estropeado, en el que cuantos más intermediarios transmitan un mensaje, menos se parece al que se dio al principio. Y esto no tiene por qué tener una mala intención, es simplemente que de lo que yo pienso, a lo que digo, a lo que tú oyes, a lo que entiendes, a lo que luego recuerdas y se lo cuentas a otra persona, etc., hay demasiadas ocasiones para perder detalles y matices que pueden cambiar el sentido del mensaje.

Vale, pero entonces ¿por qué no puedo fiarme sólo de los restos arqueológicos? Pues porque si ya es difícil saber qué ha pasado en un sitio cuando te lo cuentan, más difícil aún es saberlo si sólo puedes ver el resultado. Ahí eres tú quien tiene que interpretar lo que pasó a partir de los restos que quedan, y la interpretación la hacemos desde lo que conocemos, aplicando nuestra experiencia, nuestra lógica y nuestro sentido común, que pueden no coincidir ni remotamente con los de la persona que estuvo allí hace 5.000 años.

En cualquiera de estas situaciones, tanto si se trabaja sólo con una de las fuentes como si se trabaja con las dos a la vez, existe otra dificultad añadida que es ¿cómo sé yo que ya tengo todos los datos? Pues no se puede saber, simple y llanamente. En historia, al igual que ocurre en otros ámbitos como la medicina, la botánica o la robótica, se trabaja con el convencimiento de que mañana puede surgir un nuevo descubrimiento que cambie totalmente lo que sabemos, y que nos tocará darle una vuelta a nuestra información para ver si hay que corregir aquello que considerábamos totalmente seguro.

Con todo esto no pretendo decir que no podamos fiarnos de la historia, ni mucho menos. Lo que busco es que, de ahora en adelante, cuando leas un texto sobre historia, o cuando oigas hablar de algo que ocurrió hace tiempo, una pequeña parte de ti sepa que eso no es “LO QUE OCURRIÓ”, así en mayúsculas y grabado en piedra, sino “lo que sabemos que ocurrió a partir de los datos que tenemos ahora, pero si mañana aparecen nuevos datos, igual hay que revisarlo y cambiar algún matiz”.

Otro punto importante para entender la historia y cómo se va construyendo es saber lo que son las fechas post quem y ante quem. Se trata de fechas relativas que se usan en situaciones en las que no tenemos el día exacto para un suceso, pero sí podemos acotar un poco porque es imposible que sucediera antes de un momento determinado o después de un hecho concreto.

Por ejemplo, no podemos saber cuándo se cocinó la primera tortilla de patata en España, pero sabemos seguro que tuvo que ser después de que Colón llegase a América porque antes de eso en Europa no teníamos patatas. Esto sería una fecha post quem, “después de”. Por otro lado, si vemos una foto antigua del pueblo y no se ve una sola farola, sabemos que tuvo que tomarse antes de la instalación del alumbrado público. Esto sería una fecha ante quem, “antes de”.

También se utilizan mucho las referencias indirectas ya que, aunque actualmente todo el mundo sabe leer y escribir y dejamos registro de absolutamente todo lo que nos sucede, hace unos siglos lo de escribir era algo que sólo hacían los poderosos, y sólo se molestaban en hacerlo para cosas muy concretas. Hoy en día llevamos un registro escrito de todo (nacimientos, salario, mudanzas, pago de impuestos, noticias, construcciones, lista de invitados a cualquier fiesta…), pero cuando lo de escribir era casi una excentricidad que sólo usaban unas pocas personas y el material para hacerlo era escaso y caro, sólo se ponía por escrito lo que realmente interesaba por motivos de vital importancia. Es decir, por dinero.

Si un señor feudal tenía que cobrar un impuesto y quería asegurarse de que no le pagasen menos de lo debido, ordenaba hacer un recuento de vecinos. Si el impuesto se pagaba por cada casa, daba igual si en ella vivía una o seis personas, sólo se contaba una casa. Si el impuesto no lo pagaban todas las personas, porque los nobles o los clérigos no tenían que pagar, sólo se contaban las casas de los campesinos. Así que no podemos saber cuántas personas vivían en realidad en ese pueblo porque era un dato que al señor feudal no le interesaba. Pero sí podemos saber cuántas había como mínimo y suponer, en función de cuántos hijos se tenían entonces (por los registros de bautismo, por ejemplo) y de qué porcentaje de población suponían los campesinos, cuántas personas habría en total aproximadamente.

Por último, me gustaría insistir en la importancia que tienen en la historia los lugares o las épocas en las que “no pasó nada”. Nos hemos acostumbrado a que la historia sea un listado de nombres, fechas y batallas, y recorremos los siglos saltando de uno a otro como quien abre la prensa del corazón y se entera de las fiestas a las que acuden los ricos y famosos. Pero por el camino se nos quedan miles de personas, de años, de sitios que quizá jamás protagonizaron una hazaña heroica pero aun así existieron, tuvieron su vida, se vieron afectados por lo que ocurría a su alrededor y contribuyeron a que más tarde sucedieran otras cosas a otras gentes. Es lo que llamamos intrahistoria, la historia de lo pequeño, de lo cotidiano, de la gente que nace y muere sin haber descubierto un nuevo continente, ni haber firmado un tratado de paz, pero sin la que hoy no estaríamos aquí. Y, aunque sólo sea por eso, debemos darles la mayor importancia, ya que en historia nada ocurre de manera aislada, todo está influido en mayor o menor medida por lo que sucede a su alrededor, o lo que sucedió tiempo atrás.

No hay lugar ni época que no haya tenido su parte de protagonismo y para entender quiénes somos debemos conocer y entender qué papel jugamos en el pasado. ¡Vamos a ello!

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