A los pies de la sierra de Cantabria...

San Vicente de la Sonsierra

La guerra civil de Navarra, parte 2

Habíamos presentado ya a los principales personajes que intervinieron en la Guerra Civil de Navarra en el siglo XV. Veamos ahora cómo se desencadenó y desarrolló la guerra.

Carlos II el Malo había llevado a cabo una política de alianzas a dos bandos durante la guerra entre Pedro I el Cruel y Enrique II de Trastamara, pero ni con esas consiguió salvar a su reino de ser arrasado por las tropas de mercenarios que trajo Enrique para la Batalla de Nájera. Esta estrategia de aliarse con los dos pero con ninguno, que en teoría iba a permitir a Navarra obtener el mayor beneficio de los dos bandos, en la práctica se tradujo en una profunda división en el pueblo.

Por un lado, los BEAMONTESES: apoyados por las gentes de los Pirineos, Pamplona y Ultrapuertos (el territorio navarro que quedaba al otro lado de los Pirineos), dedicados al pastoreo y la explotación forestal, que se consideraban a si mismos como la raíz del pueblo navarro previa a la repoblación cristiana y por lo tanto los legítimos gobernantes. Dirigidos por Juan de Beaumont, sobrino bastardo de Carlos II el Malo y suegro de una hija de Carlos III, también ilegítima. Esta facción es la que apoyará a Carlos, Príncipe de Viana (recordemos que entre las tierras del principado estaba San Vicente de la Sonsierra).

Por otro lado, los AGRAMONTESES: agricultores del valle, agrupados en villas de mayor tamaño como Olite, Tudela, Estella…, poblaciones que incluían población mudéjar, actividad comercial y frecuentes contactos con Aragón y Castilla, con quienes tenían relación por estar en la frontera. Dirigidos por un hijo ilegítimo de Carlos II el Malo. Esta facción apoyará al infante don Juan de Aragón.

Estas dos facciones venían teniendo conflictos por los títulos y la posesión de las tierras desde tiempo atrás, por lo que el conflicto sucesorio entre el Príncipe de Viana y su padre el infante Don Juan de Aragón, en realidad sólo fue una excusa más para seguir enfrentados. Carlos III el Noble de Navarra llevó a cabo una política de recuperación y estabilización del reino, pero la brecha entre ellos era demasiado profunda y, cuando el rey cambió el régimen de tenerías de las tierras para que los señores pudieran obtener privilegios feudales, agramonteses y beamonteses encontraron nuevos motivos para sentirse ofendidos al ver siempre más beneficiado al otro.

Cuando muere Blanca I de Navarra en 1441, dejó una cláusula en su testamento solicitando que, a pesar de que cuando ella se casó ya se dejó establecido que la corona debía pasar a sus hijos y no a su marido, por respeto y consideración hacia el padre a ver si Carlos era tan amable de no coronarse rey de Navarra sin la bendición de don Juan. Esta cláusula fue la que aprovechó el “desconsolado” viudo para aferrarse al trono de Navarra y, con la excusa de estar guerreando en Castilla, nombró lugarteniente a su hijo el Príncipe de Viana y se desentendió de Navarra, dejando en el aire el tema de la coronación.

Carlos aceptó el nombramiento, pero dejó claro que lo hacía por respeto de hijo hacia su padre, que él no renunciaba a sus derechos sobre la corona pero que bueno, para qué discutir, si de todos modos su padre estaba ausente en una guerra y lo mismo ni volvía, mejor dejarlo estar y se ahorraban un disgusto.

Pero resulta que don Juan sí volvió. Había perdido la guerra en Castilla y entonces se acordó de que tenía por ahí la corona de Navarra esperándole. En los tratados de paz de Castilla se estableció que debía casarse con Juana Enríquez, noble castellana, para ver si así no daba más guerra. Esto supuso una alegría para los beamonteses, que lo interpretaron como una renuncia a sus derechos al trono. Al fin y al cabo, si era rey por ser el viudo de Blanca I y ahora se había vuelto a casar, ya no ejercía de viudo y debía quedar desvinculado de la línea sucesoria.

Sin embargo don Juan y los agramonteses no lo veían así. Juan regresa a Navarra en 1449, se asienta en Olite y empieza a actuar como rey, como si no hubiera estado ausente durante años y no estuviera su hijo ya gobernando. Se dedicó a quitar títulos y cargos a los beamonteses que había nombrado Carlos, y a nombrar en su lugar a sus partidarios agramonteses, pero lo hacía sin presentar batalla, sin enfrentarse abiertamente a su hijo, sino que actuaba con toda la naturalidad de quien llega a su casa y recoge los juguetes que el niño ha dejado tirados por el salón.

La respuesta de Carlos fue marcharse a Guipúzcoa junto con toda su corte en un intento de desprestigiar a su padre dando a entender que, como los derechos al trono le venían ahora por ser el padre del legítimo heredero, si el heredero le daba la espalda don Juan perdería los derechos y se vería debilitado.

Mientras tanto, en Castilla, el rey Juan II y el condestable Álvaro de Luna (que habían ganado la guerra castellana) vieron la debilidad en el reino navarro y aprovecharon para atacar la frontera. En 1451 tomaron Buradón y sitiaron Estella, donde firmaron una paz con Carlos Príncipe de Viana y en contra de Aragón. Aquí ya don Juan se hartó de la actitud del hijo rebelde y en la Batalla de Aibar hizo prisionero al Príncipe Carlos. Los agramonteses se hicieron fuertes en la ribera del Ebro y don Juan ordenó una guerra cruel a sangre y fuego para castigar a sus opositores.

Hasta ahora, Navarra había estado dividida en dos administraciones, dos gobiernos paralelos que en lugar de enfrentarse abiertamente se dedicaban a sabotear las actuaciones del contrario negándose a reconocerse mutuamente ningún tipo de autoridad y actuando como si el otro bando no existiera. En 1453 se había llegado a un acuerdo para compartir el gobierno del reino, repartir las rentas, devolver los castillos ocupados, liberar a los prisioneros… Pero en cuanto el Príncipe Carlos se ve liberado se alía con su hermana Blanca otra vez en contra de su padre, y los beamonteses se niegan a devolver los castillos conquistados. En respuesta, don Juan redacta un documento quitándoles sus derechos sucesorios, como si los dos hubieran muerto, y pasándoselos a la hija menor, Leonor, que estaba casada con Gastón IV de Foix y era una hija mucho más obediente que los otros dos. Leonor y su marido aprovechan la ocasión para presionar desde el norte, ocupando Ultrapuertos y Sangüesa. Viendo que la familia se le ponía en contra, el Príncipe Carlos huye a pedir ayuda por Europa: va a ver al rey de Francia, luego a ver al Papa y finalmente a ver a su tío, Alfonso V el Magnánimo de Aragón, que estaba en Nápoles.

Alfonso V intenta mediar en la pelea familiar, pero muere antes de arreglar nada y sube al trono su hermano don Juan, con el nombre de Juan II de Aragón. Si antes no soltaba el trono de Navarra por miedo a quedarse sin nada, ahora tampoco lo suelta porque tiene todo el poder que le daba ser el rey de Aragón, Nápoles y Sicilia y no había quien le tosiera. Ordenó a su hijo regresar de Nápoles con la promesa de tratarse como padre e hijo, y firman la Concordia de Barcelona de 1459 por la que Carlos rendía las plazas fuertes que tenía ocupadas a cambio de que su padre lo reconociera como Príncipe de Viana, es decir, como su heredero y su sucesor.

Pero a pesar de haberlo prometido, pasa el tiempo y Juan II no cumple su parte del trato. Carlos ve que su padre le va dando largas y que el hijo que Juan había tenido con su nueva mujer ya tenía 8 años, y tierras, y títulos…, es el futuro Fernando el Católico. Carlos, que no controlaba las intrigas de gobierno pero tonto del todo no era, empieza a negociar con su excuñado Enrique IV de Castilla para casarse con la hermana de él, Isabel, la futura Isabel la Católica, intentando asegurarse el apoyo de Castilla frente a su hermanastro Fernando.

De nuevo, Castilla aprovecha la debilidad interna de Navarra para atacar la frontera y Enrique IV ocupa Viana. Hay un enfrentamiento militar que gana Juan II, la recupera y la anexiona a la corona de Aragón. Al enterarse de los intentos de su hijo por casarse con Isabel, Juan II decide adelantarse y planea casarlo con Catalina de Portugal pero como no consigue dominarlo da orden de que lo detengan para que deje de ir conspirando a sus espaldas.

Todo esto desencadenó el levantamiento en Cataluña de 1460-1461, donde la situación ya era muy tensa entre monarquía y nobleza y, además, no había ayudado el hecho de que Juan II se hubiera puesto del lado de los remensas en contra de la nobleza, la iglesia y las clases ricas de las ciudades. Por este motivo, cuando Juan se negó a nombrar heredero al Príncipe Carlos, la nobleza lo tomó como una violación de las leyes sucesorias de la Corona de Aragón y estalló un conflicto que llevaba tiempo bullendo. El rey Juan II respondió disolviendo las Cortes Catalanas porque consideró que le estaban traicionando. Los nobles catalanes por su parte se volvieron a agrupar creando un nuevo Consejo de Representantes que, aprovechando la excusa de la sucesión, buscaba socavar la autoridad del rey; nombraron heredero a Carlos por su cuenta y formaron un ejército para enfrentarse a Juan II. El Príncipe Carlos fue liberado a causa de la presión catalana, pero al poco tiempo moriría debido a su pésimo estado de salud, dando lugar a rumores sobre envenenamiento y convirtiéndose en un mito que envalentonó a la población catalana y desencadenó la rebelión de los remensas de 1462 y la Guerra Civil Catalana de 1462 a 1472. Pero eso ya es otra historia.

De Miguillen - Navarra - Mapa municipal.svg, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5172536

Tras la puesta en libertad de su líder el Príncipe de Viana, los beamonteses se volvieron a sublevar y Carlos volvió a pedir ayuda a Enrique IV de Castilla, quien envió un ejército que entró en Navarra en 1460 al mando de Pedro Girón, maestre de Calatrava, y ocupó Laguardia, San Vicente de la Sonsierra y la zona de Los Arcos. Este movimiento militar supuso la pérdida definitiva de San Vicente, Laguardia y Bernedo para el reino de Navarra. Poco después el ejército castellano asedió Viana y siguió avanzando hasta que se llegó a un acuerdo de paz entre Juan II y Enrique IV, que establecía que la sucesión la decidiría una junta formada por tres aragoneses y tres castellanos, y en caso de que los seis miembros de la junta no se pusieran de acuerdo, sería Castilla quién decidiría el sucesor. ¿Y Carlos qué pinta en esto? ¿Y los navarros? Ah, no, esos ya no importaban.

Sin embargo, no fue necesario recurrir a esta junta pues a los pocos meses murió Carlos, seguramente de tuberculosis. Queda de heredera su hermana Blanca II, que estaba prisionera de su padre y a la que habían enviado hacia las tierras de su hermana y su cuñado Gastón de Foix. Ella no estaba nada contenta con la situación y dejó escrito que no pensaba ceder a su hermana ni a su padre sus derechos a la corona y que se los pasaba al rey de Castilla. Pero, qué casualidad, murió misteriosamente durante el viaje y a Juan II se le solucionó el problema definitivamente.
En 1463, el rey Luis XI de Francia emitió un documento desde Bayona en el que establecía las condiciones con las que quería poner fin a la guerra entre Juan II de Aragón y Enrique IV de Castilla. Entre ellas, se confirma que la merindad de Estella, que es a la que pertenecía San Vicente de la Sonsierra, pasaba a pertenecer a Castilla. Sin embargo, el documento de Bayona no llegó a cumplirse porque la población se resistió. Castilla y Aragón, viendo que lo que había decretado Francia no era viable firmaron otro acuerdo por su parte dejando para más adelante el tema de repartirse Navarra.

Nuestro pueblo queda por tanto en una situación indefinida: había sido conquistado por Castilla al mando de Pedro Girón, pero el reparto de tierras de Navarra había quedado en suspenso; Castilla lo consideraba propio, Aragón no se preocupaba, y los vecinos seguían con su día a día con la normalidad habitual de un territorio de frontera que unas veces es de unos y otras veces es de los otros, sin hacer mucho caso al cambio de reino, quizá con la esperanza de que en poco tiempo volvieran las aguas a su cauce. Pero son las últimas décadas de esta incertidumbre pues a principios del siglo XVI, el hijo de Juan II de Aragón, Fernando el Católico, llevó a cabo la anexión definitiva del reino de Navarra a su corona y la Sonsierra dejaría de ser frontera a todos los efectos.

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