Restauración de la ermita de San Juan
Seguimos echando un vistazo a las intervenciones a cargo de D. Pedro Álvarez Clavijo a raíz del Plan director del recinto fortificado de San Vicente de 2004. Vamos a ver qué se hizo en 2020 en el edificio de la Ermita de San Juan de la Cerca.
Por su estilo de construcción, la ermita de San Juan es de transición entre el románico y el gótico y según esto se dataría entre el siglo XIII y principios del XIV. El edificio está formado por una nave rectangular de unos 63m² que está dividida en dos partes: por dentro se marca la división con un arco, y por fuera se marca con contrafuertes. El techo también marca esta división, pues en la nave es de bóveda de cañón (el techo es redondeado y liso, como en un túnel), y en la cabecera es de bóveda de crucería (el techo tiene nervios que se cruzan).
La ermita es una mezcla de dos conceptos: templo cristiano y edificio funerario. La parte de templo cristiano se ve que está orientado al este, la cabecera está separada de la nave por un arco y tiene distintos estilos en las bóvedas. La parte de edificio funerario se ve en que hay arcosolios, que es un edificio pequeño, que está situado cerca de la cabecera de la iglesia de Santa María la Mayor, y porque sabemos que entre los ricos existía la costumbre de enterrarse en su propio edificio para distinguirse del resto de la gente.
Se construyó dentro del terreno que en ese momento se estaba utilizando como cementerio, alrededor de la iglesia. En su momento seguramente resultaba un panteón imponente en comparación con el resto de las tumbas, pero cuando se construyó la actual iglesia de Santa María la Mayor, a principios del siglo XVI, que sería más grande que la anterior, la ermita quedó empequeñecida por comparación. Otra posibilidad es que la iglesia anterior fuera demasiado pequeña para poner los arcosolios dentro de ella y por eso decidieran hacer una construcción separada para enterrarse. En muchos casos, cuando las pequeñas iglesias románicas se sustituían por grandes templos de estilo gótico, los panteones que los ricos se habían construido alrededor de las iglesias se aprovechaban para incorporarlos en forma de capillas laterales.
Lo primero que se restauró fue el tejado para evitar goteras y humedades pero, nada más comenzar la obra, el equipo se llevó una gran sorpresa pues debajo de las tejas apareció la cobertura original hecha con losas de piedra. La oportunidad de restaurar las losas originales no se podía dejar pasar, pero claro, no estaba previsto encontrarlas y no se había reservado presupuesto para ello, así que se decidió utilizar parte del dinero que iba a ir al interior aunque supusiera tener que dejar parte de ese trabajo para más adelante. Se retiraron con cuidado las losas, numerándolas con intención de volver a colocarlas después en su sitio y recuperar en todo lo posible el tejado original.
En el siglo XX se había puesto una estructura para dividir la ermita por dentro en dos pisos de altura, por lo que se empezó la restauración interior eliminando esa estructura y reparando los daños que había causado en las paredes para sujetarla. Para esto vinieron muy bien las piedras que se habían guardado del derribo del almacén que había detrás.
A lo largo de los siglos, en la ermita se habían abierto unas ventanas que tampoco eran originales de modo que, siguiendo con el espíritu de recuperar la forma original del edificio, se clausuraron. Además, cuando se abrieron esas ventanas, la estructura había sufrido daños y habían aparecido algunas grietas, así que ahora se aprovechó para reparar y compensar todo lo posible estos daños. Puede que en origen sí hubiera alguna ventana, pero no eran las que se conservaban hoy día.
Dentro de la ermita existen cuatro arcosolios, que son esos arcos que se abren rebajados en las paredes para poner el sarcófago de algún ilustre que se quisiera enterrar allí y pudiera pagarlo. Los cuatro tenían la parte de abajo cerrada con mampostería y ladrillo, pero su excavación se tuvo que dejar para más tarde por haber dedicado el dinero al arreglo del tejado.
Una vez despejado el interior de la ermita, lo que más llamaba la atención era la pintura de las paredes: estaban pintadas en amarillo claro con líneas negras imitando a las piedras de sillería. Esta capa de pintura no se conservaba por igual en toda la nave:
- Zonas donde no queda nada: sobre todo en el piso de abajo, porque se eliminó entre 2004 y 2017. Pero como se hizo sin supervisión arqueológica, no conservamos documentación del estado previo ni se pudo documentar qué había debajo ni cómo estaban las paredes. Tampoco quedan restos de esta pintura en los arcosolios, donde se había pintado en color oscuro con líneas blancas, siempre imitando la sillería. En la cabecera se conservan restos de pintura de algo que parece ser un Calvario (se intuye una cruz sobre una loma) en color verdoso, pero en este momento de la obra no se podía saber cuándo se pintó, así que quedó pendiente de la segunda fase de restauración de la ermita.
- Zonas en las que apareció la capa amarilla y negra al desmontar la estructura del segundo piso: la pintura estaba tapada por las vigas de hormigón, las placas de pladur, etc., lo que, siguiendo la lógica de la estratigrafía, nos indica que se pintó antes de poner la estructura en 1956.
- Zonas donde siempre estuvo visible la capa amarilla y negra: en las paredes a la altura del segundo piso y en los techos.
En la bóveda de la cabecera se vio que, debajo de la pintura amarilla y negra, había hasta tres capas de pintura, unas sobre otras, lo que se puede utilizar para hacernos una idea de en qué orden se fueron haciendo las remodelaciones y el uso que se le fue dando al edificio a lo largo de los siglos.
En el muro norte de la ermita se habían tapado tres boquetes que quedan por encima de la altura de los arcosolios. Para saber a qué se deben estos agujeros haría falta poder ver si también hay boquetes en la pared de enfrente. Si los hay, podría indicar que hace tiempo también hubo un suelo de un segundo piso. En los arcosolios se ven mechinales que quizá fueran para sujetar retablos. En la cabecera, ocultos tras la pintura, también parece que hay mechinales, que podrían ser del supuesto suelo del segundo piso o quizá de sujetar un retablo.
En la cabecera había tres ventanitas que, cuando se construyó el almacén, hubo que tapiar porque daban al interior del nuevo edificio. Quizá para compensar la pérdida de luz que suponía tapiarlas, se abrió otra ventana por encima.
En el arcosolio nº4 se encontraron partes ennegrecidas de hollín, de lo que se dedujo que en algún momento hubo allí un punto de fuego. Siguiendo los restos del hollín y las capas de pintura de las paredes se ha podido averiguar qué partes de la ermita ya existían antes y cuáles se hicieron después. Por ejemplo, la mampostería con la que se cierran por abajo los arcosolios no tiene hollín, lo que indica que los arcosolios se cerraron más tarde. La pared de la cabecera no tiene hollín, lo que hace pensar que quizá la pared estaba pintada o tal vez había algún retablo y que más tarde se quitó y por eso no quedan restos de hollín en esas partes.
No sabemos en qué momento la capilla funeraria se empezó a utilizar como ermita, pero podemos hacer un breve repaso cronológico por su historia. En un censo de la Diócesis de Calahorra, de 1551, se mencionan seis ermitas en San Vicente y una de ellas, la de la Santa Cruz, que no vuelve a ser mencionada en documentos posteriores. Ese mismo año se redactaron los estatutos de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, asociada a esa ermita de la Santa Cruz. Esto podría indicar que se trata de nuestra ermita de San Juan pero con otra advocación, aunque esto es una teoría pendiente de confirmar.
Por otro lado, en un pleito de 1728 se menciona que el alcalde, los regidores y los procuradores se reúnen en la ermita de San Juan, lo que significa que hubo una época en que se utilizó como ayuntamiento. Esto podría explicar tanto pintar y repintar las paredes, pero al haberse destruido los archivos municipales en 1933, no disponemos de documentos con los que confirmar esta hipótesis.
La Cofradía de la Santa Vera Cruz tenía la sede en la ermita de Santa Catalina, pero en 1801 se trasladaron a la de San Juan y se metieron en obras para adaptar el espacio a sus necesidades (habilitar un archivo, colocar el altar que habían traído de la ermita de Santa Catalina, etc.).
Por último, antes de la Primera Guerra Carlista (1833), el recinto fortificado se estaba utilizando como cementerio, pero al ser ocupado por los militares, se buscaron otros sitios para los enterramientos de forma temporal, y uno de esos lugares alternativos fue la ermita de San Juan.
Llegamos por último al año de 1946, cuando se recupera la Cofradía, se absorbe a los Disciplinantes y se divide el espacio en dos pisos de altura.
Actualmente se están realizando nuevos trabajos arqueológicos en San Juan, lo que nos está reportando nuevos datos sobre el uso original del edificio. Pero de momento tendremos que esperar un poquito a que avance la investigación y se publiquen los datos para saber más de este edificio tan pequeño pero tan interesante.
* Fotos del Informe arqueológico de las obras de restauración de la ermita de San Juan de P. Álvarez Clavijo