Repoblando, que es gerundio
Durante la dictadura franquista se diseñó una imagen muy épica de lo que había sido el tiempo en que los pueblos del Islam estuvieron en la Península Ibérica. Una era gloriosa para los cristianos que, unidos frente a un enemigo común, lucharon valientemente para “reconquistar” la patria (léase esta última frase con la banda sonora de Juego de Tronos sonando de fondo). Ha pasado casi un siglo desde que se fabricara esta visión y la historiografía ha cambiado bastante el relato de lo sucedido, empezando por el hecho de que ahora se denomina “repoblación” porque reconquistar, lo que se dice reconquistar..., más bien poco.
Del siglo VIII al siglo X
Ya habíamos dicho que los musulmanes se cruzaron la península entera y fueron rechazados por los franceses, teniendo que volver a bajar para asentarse a este lado de los Pirineos. Carlomagno controlaba toda Francia y mucho más, incluyendo lo que llamaban la Marca Hispánica: un territorio que iba desde los Pirineos hasta el Ebro. Esta franja se la quedó Carlomagno y más tarde la acabará heredando su nieto Carlos el Calvo quien, además de pelearse con sus hermanos, sufrió invasiones de los normandos (que eran vikingos), así que ya tenía bastante jaleo en casa como para ocuparse de lo que hacíamos en nuestro lado de los montes. De ahí que nos independizáramos sin demasiada complicación y que luego los reyes de Navarra tuvieran querencia a relacionarse con los franceses. De la Marca para abajo estaban los sarracenos y bereberes, lo que conocemos como Al-Andalus.
En la marca, la población era una mezcla de prerromanos, hispanorromanos, judíos, godos, árabes…, las alianzas políticas iban cambiando según convenía, y los señores gestionaban sus tierras con más espíritu comercial que patriótico.
A grandes rasgos, podemos decir que el origen del reino de Navarra está en un señor llamado Íñigo Arista, que estaba aliado con los Banu Qasi de Tudela y sometido al emirato de Córdoba. Pero este Íñigo, ¿quién es y por qué se lleva bien con los musulmanes? Y eso de los Banu Qasi ¿qué era?
EL LADO MUSULMÁN:
Los Banu Qasi son un linaje de cristiano convertidos al Islam que ejercieron el poder político y militar en el Valle Medio del Ebro entre los siglos VIII y X, es decir, entre los años 700 y pico y los 900 y pico. Ya hemos visto en textos anteriores que en ocasiones la gente se inventa, o exagera la importancia de un antepasado para legitimar su poder, llegando a crear leyendas en torno a una figura que, si de verdad existió, seguramente no hizo lo que se cuenta que hizo. Pues con el tema de los Banu Qasi puede que sucediera algo parecido. La versión tradicional es que era un linaje de la zona de Zaragoza que desciende de un tal Conde Casio, noble de época visigoda, que se fue a Oriente donde se convirtió al Islam, y volvió a venir para ser respetado como caudillo. Que era tan fuerte, tan aguerrido y tan buen político que fundó una estirpe de gobernantes que controló el Valle Medio-Alto del Ebro entre los siglos IV y X.
Pero los nuevos estudios parecen indicar que el conde Casio era conde pero no por el título nobiliario medieval sino en el sentido romano de “jefe militar de una zona”. Según esto, cuando los musulmanes fueron rechazados por los francos en Poitiers y tuvieron que buscar refugio pasando el Ebro, se estableció la frontera entre los árabes al sur y la Marca Hispánica al norte. En seguida los vascones se pusieron a dar guerra, pero no como pueblo indígena que se resiste a ser sometida al invasor (al estilo de Asterix y Obelix), sino más bien como un pueblo más de los muchos que había peleándose por sacar tajada de la inestabilidad política. Esta mentalidad de “el más bruto se lo queda” es la semilla de las dinastías nobles y las peleas entre señores que caracterizan la Edad Media. Ante estas revueltas locales, los árabes vieron la utilidad de reconocer a los caudillos locales a cambio de que les prometieran sumisión y de que protegieran la frontera. Lo mismo que había pasado primero con la llegada del Hierro II, y que volvió a pasar después entre los romanos y los jefes berones, pero ahora entre musulmanes y visigodos. Según esto, Casio tendría poder en Arnedo y Tudela, y quizá también en Calahorra, y se aprovechó de la ocupación árabe para consolidar ese poder y ganar prestigio y riqueza. Esto provocó que sus descendientes, ya totalmente convertidos al Islam, pudieran formar un linaje adaptando el nombre a los influjos árabes y de ahí lo de los Banu Qasi.
¿Qué hace pensar que esto pueda ser más mito que historia? Pues que hubo otras figuras con una historia similar, como por ejemplo Witiza o Teodomiro, de las que se conservan muchos datos de con quién se casaron, quién les heredó, etc., y para la segunda generación ya han sido totalmente absorbidos por la cultura árabe. Sin embargo, con Casio ocurre lo contrario, que de sus inicios se tienen pocas referencias pero su estirpe se mantuvo, así que quizá fue más cosa de su heredero Musa ibn Musa (Musa II) exagerando la historia del abuelo para aumentar su propio rancio abolengo. Tal vez Casio no era lo bastante importante como para que los árabes quisieran emparentar con él y por eso, porque no le hicieron mucho caso, la familia pudo mantenerse en el poder pero sin perder su identidad.
EL LADO CRISTIANO:
Por otro lado, Íñigo Arista era un jefe local que ejercía el poder desde Pamplona en torno al año 824. Es considerado como el primer rey de Pamplona y el quinto rey de Sobrarbe, ya que sus parientes llevaban un tiempo peleando por hacerse con el control de esa zona y llamándose a sí mismos reyes. Para ejercer ese poder se había aliado tanto con los Banu Qasi como con el obispado de Pamplona.
Era hijo del vascón Íñigo Jiménez y de una tal Oneca. Esta misma Oneca luego se casó con Musa ibn Fortún, hijo del Conde Casio, y juntos fueron los padres del ya mencionado Musa II. Es decir, que Musa II sería hermanastro de Íñigo. Y luego Íñigo tuvo una hija a la que casó con su hermanastro Musa II, el tío de ella. En resumen, que los primeros reyes de Pamplona no sólo no luchaban contra los árabes, sino que eran familia y tenían una relación estrecha.
Uno de los principales hitos del reinado de Íñigo fue la Segunda Batalla de Roncesvalles, en el 824, en la que lucharon en un bando los pamploneses con ayuda de los aragoneses y de los Banu Qasi de Tudela, y en el otro bando los francos que querían quedarse el territorio para el rey francés Ludovico Pío. La batalla la perdieron los francos, Pamplona se separó del influjo francés y nosotros tenemos una muestra más de que, al menos en estos momentos, las relaciones con el Islam eran buenas.
Del silgo X al siglo XII
En el siglo X decayó el poder de los Banu Qasi, provocando que el emir cordobés Abderramán III hiciera algunas incursiones por aquí, ocupando gran parte de La Rioja y arrasando Pamplona. Esto supuso que el reino de Pamplona se empezó a comportar como un reino independiente, expandiéndose tanto militar como diplomáticamente a través de alianzas matrimoniales. También desapareció la dinastía Arista-Íñiga, siendo sustituida por la dinastía Jimena que empezó con Sancho Garcés I de Pamplona, rey entre 905 y 925.
A partir de esta época, los nobles navarros desarrollaron una labor de repoblación y favorecimiento de las nuevas tierras y de los monasterios. Es la época en que la Sonsierra se nos llenó de pueblecitos, cada uno con su iglesia y su necrópolis tallada en la piedra. Aunque pronto los navarros se vieron obligados a capitular ante Almanzor y a pagar tributos al califato de Córdoba.
Con Sancho III el Mayor (1004-1035) el reino de Pamplona alcanza su mayor extensión territorial abarcando casi todo el tercio norte peninsular y dejó sus tierras divididas entre sus hijos, dando lugar a la estructura política que vamos a conocer durante lo que queda de Edad Media: Castilla, Aragón y Pamplona-Nájera.
Ahora vienen los reyes García Sánchez III, apodado “el de Nájera” porque puso allí la capital, y luego Sancho Garcés IV, apodado “el de Peñalén” porque así se llama el precipicio por donde lo empujó su hermano mientras iban juntos paseando a caballo. Según parece, lo de despeñar al rey estuvo motivado porque Sancho IV se había aliado con Al-Muqtadir, jefe de la taifa de Zaragoza, cosa que a los nobles cristianos no les hizo demasiada gracia y pensaron, pues lo quitamos de en medio, nombramos a otro y a correr. Y así fue, pero para desgracia de Ramón, el hermano fratricida, no lo eligieron a él sino que decidieron que lo mejor sería que la corona de Pamplona se la quedase Sancho Ramírez, rey de Aragón.
Con este reparto tanto Aragón como Castilla se quedaron bastante satisfechos. Aragón se dedicó a intentar comerle terreno a los musulmanes en la frontera que tenían en las Bárdenas, y Castilla, que había conquistado Toledo, siguió intentando avanzar más al sur. Pero lo que más nos interesa a nosotros es que este arreglo entre los dos reinos supuso que la Sonsierra se convirtiera en la frontera entre ellos, y que empezáramos a adquirir la relevancia política y militar que ya hemos visto en anteriores textos que alcanzó San Vicente.
Esta etapa en que fuimos parte de Aragón, del 1076 al 1134, terminó tras el reinado de Alfonso I el Batallador. Este hombre se dedicó mucho a la guerra y poco a intentar tener un heredero, así que a su muerte los nobles navarros vieron la oportunidad, eligieron a García Ramírez (alias El Restaurador) y se independizaron de Aragón tan contentos. Tras esto ya viene el reinado de Sancho VI el Sabio, el que nos otorgó el fuero en 1172 y con el que se adoptó oficialmente el nombre de Reino de Navarra.
En resumen, en el Valle del Ebro no había una frontera con cristianos y mucho cristianos a un lado, y musulmanes y mucho musulmanes al otro, mirándose mal y tratando de sacarse los ojos unos a los otros, sino que era una zona de peleas entre iguales por el control del territorio, aliándose y enfrentándose según convenía en cada momento. Así que ¿se luchó en la Sonsierra cristianos contra musulmanes? Pues quizá alguna vez sí. ¿Se luchó en el castillo de San Vicente cristianos contra musulmanes? No. Cuando se otorgó el fuero en 1172 no se menciona el castillo, y de haber existido se habría dicho algo de él, lo que nos indica que se empezaría a construir no mucho tiempo después y, para entonces, nuestra frontera ya no era con el Islam sino con otros reinos cristianos. Lo que sí que hubo fue hombres de San Vicente de la Sonsierra que lucharon contra los árabes en batallas como la de las Navas de Tolosa, pero lo hicieron marchando al sur y no en nuestras murallas.