A los pies de la sierra de Cantabria...

San Vicente de la Sonsierra

¿Qué se nos pasa por la cabeza cuando nos ponemos delante de una obra de arte?.¿Cómo tengo que afrontar esto?,¿Qué tengo que ver? ¿Qué tengo que entender?, ¿hay algo más, de lo que yo veo?. El arte es complejo en amplio sentido. Una de las cosas más increíbles es la sensación que provoca, bueno, o la que no provoca, siendo una sensación en sí misma. Además de sentimiento, también tenemos que poner entendimiento o conocimiento. Todo junto nos ayuda a responder esas primeras preguntas.

En estas breves líneas intentaré dar pequeñas nociones y que mejor que con un perfecto ejemplo de románico que tenemos en San Vicente. Vamos a abordar el Románico de Sta. María de la Piscina de forma sencilla, de manera que la próxima vez que la veamos podamos leer algo más de lo que está inmerso en sus muros, capiteles o canecillos.

Muchos pueden pensar que el románico es aburrido, nada expresivo, bastante gris, aunque mayoritariamente estuvo policromado. Es habitual escuchar que vista una iglesia, vistas todas. Pues nada más lejos de la realidad. Con cuatro pinceladas veremos que podemos ver “esas piedras” con otros ojos. El Románico acarrea mucha simbología siendo un estilo perfecto para transmitir un mensaje.

Si el románico ocupa uno de los primeros puestos en mi lista de estilos favoritos es, por la sencillez de sus formas, capacidad de  transmitir un mensaje de manera sencilla. El cantero tiene una “libertad” no sujeta a un academicismo, como sucederá en otros momentos del arte. Una mayor libertad en el hacer.

Situémonos en el tiempo delante de nuestro ejemplo. Cerramos los ojos y nos encontramos a mediados del siglo XII, hacia el año 1137, cuando fue consagrada por el Obispo de Calahorra. Momento en el que la inmensa mayoría no sabe leer ni escribir. ¡Y qué mejor manera de transmitir la Historia, contar historias, adoctrinar, y plasmar las costumbres, que con  IMÁGENES!. Tenemos delante de nosotros la televisión del pasado, un medio de comunicación. Dónde encontramos estas imágenes, pues esculpidas en los capiteles, canecillos, ménsulas, en pinturas murales.

Se habla entonces, de una simbología, de un simbolismo románico, aunque, no todos los estudiosos están de acuerdo con esto. También se piensan que no todo lo que se ve, tiene una simbología, siendo mera decoración.

Desde aquí ponemos en conocimiento que hay más interpretaciones. Abrimos la posibilidad de sacar nuestras propias conclusiones e interpretaciones. A partir de aquí ya participamos vivamente del arte.

Desde siempre el Románico ha estado envuelto en un halo de misterio,  de espiritualidad. Podemos acercamos al románico desde los aspectos más estéticos hasta los más simbólicos. Aunque sin duda, sea cual fuere ese acercamiento, lo que es cierto, es que nos trasmite a través de formas muy sencillas un mensaje.

Cuando se transmite un mensaje, estamos comunicando algo. Tenemos que pararnos a pensar en quién transmite el mensaje, ese maestro cantero por mandato de la iglesia que quiere adoctrinar. Por otro lado tenemos el mensaje en sí mismo que a través de fragmentos de batallas, guerreros, animales…, cuentan historias terrenales o nos hablan del bien y el mal.  Y ese receptor a quién va dirigido el mensaje, esas gentes iletradas, analfabetas del pueblo.

Formando parte de esta transmisión de mensaje tenemos que pararnos a pensar en el contexto o situación del momento, nos encontramos en la Edad Media de mediados del siglo XII.

Edificada en distintos momentos. Comenzada por el ábside y presbiterio, por ser lugar donde se daba la misa.

Sigamos adelante con su ubicación. Tenemos una orientación este-oeste, con la cabecera hacia el este. Oriente es por donde sale el sol, donde nació Cristo, es lógico que esté orientada de esta manera. En el templo románico, entra la luz por el ábside iluminando la estancia desde la cabeza. Ahí es donde encontramos lo divino. Poco a poco caminamos hacia los pies, la parte menos iluminada y lo mortal. De esta manera el fiel pasa de la oscuridad hacia la luz. El románico es un estilo que invita a la contemplación y al retiro. Esto es lo que sentimos con ésta pequeña joya. Nos invita al silencio, la relajación, introspección a lo más trascendental.

Si nos paseamos por el interior podemos alegrar nuestra vista con la escultura de sus seis capiteles. En la nave, en el primer tramo encontramos un capitel con unos hombres encadenados, guerreros atados con una cuerda gruesa, posiblemente haga referencia a prisioneros de la primera cruzada, el capitel enfrentado tiene  motivos de cesta con cabezas. En el segundo tramo tenemos figuras con cuerpo humano y cuartos traseros de animal. En el último tramo tenemos capiteles con grupos de hojas (el último es una reproducción).

Impostas con puntas de clavo y decoración de lazo.

En el exterior, si nos acercamos al ábside y miramos hacia la cornisa, vemos que todavía se conservan dos canecillos. Uno es un felino con la cabeza girada y las fauces abiertas, podemos interpretar un león, animal que representa la nobleza y la fuerza a modo de guardián del templo, señalando que el fiel que vaya a entrar está entrando a un lugar sagrado. Aunque vemos que no porta su representativa melena. También podría ser un gato.  Este animal tiene connotaciones positivas pero también negativas. En cuanto a su connotación negativa consecuencia muchas veces de su relación con las supersticiones y las connotaciones positivas, también cumple labores de vigilancia por su agudeza visual que le permite vigilar en la oscuridad. En otro canecillo encontramos una pareja abrazada, escena de carácter sexual. El tema de la sexualidad  está muy representado en el arte románico, muchas veces de la mano de representar el pecado, la lujuria o los vicios.

Si seguimos el recorrido a lo largo de la cornisa nos encontramos con otros canecillos con motivos vegetales, geométricos, encontramos incluso un animal sujetando un palo que podría ser un perro. La simbología del perro tiene dos caras, puede representar fidelidad al amo y guardián de la casa, pero también como adulador y zalamero, incluso como un ser impuro por su costumbre de curarse las heridas lamiéndose. Podría ser también símbolo de envidia o avaricia.

Tenemos también una figura con los brazos en forma de jarra o bailarina (en este caso no se mantiene la cabeza).

Entre canecillo y canecillo, encontramos motivos de flores de ocho pétalos, lo mismo que vemos en los contrafuertes. Entramos ya en la decoración vegetal y geométrica:

Si seguimos observando sobre la portada vemos  tres arquivoltas decoradas con medias esferas y capullos florales.

Sobre las impostas una decoración de ajedrezado o taqueado extendiéndose por toda la nave. Resulta complicado datar el origen debido a su carácter abstracto y muy utilizado desde oriente a occidente. Algunos lo relacionan con el mundo clásico, y la imitación en una época altomedieval.

Usado para establecer un orden y ensalzar la parte figurativa.

En ocasiones se observa que cuanto más importante es el tema, más aislamiento se le reserva. De manera que esta forma geométrica ayuda a estilizar cada vez más.

Decoración vegetal: Parece que haya quedado relegada a un papel meramente ornamental. Ya sea por la poca formación botánica de los investigadores, el desconocimiento de la flora a lo largo del tiempo y la capacidad de abstracción. Es una decoración que encontramos hasta la saciedad. El mundo vegetal tiene un carácter cíclico, muere, se regenera, vuelve a nacer. Además las flores connotan una gran belleza y fragilidad. Desde los orígenes del hombre las flores representan astros, asociadas a dioses de la antigüedad. Por eso las flores han encerrado conceptos morales y distintas virtudes.

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